Sin echar la vista mucho más atrás (es mejor no hacerlo), 2016 supuso la consolidación del crecimiento en el mercado del automóvil en España. Estamos alcanzando la normalidad en términos de mercado para un país como el nuestro, pero todavía existen muchas cuestiones deficientemente resueltas a las que debemos enfrentarnos en los próximos tiempos. Bajo mi punto de vista, en un futuro a corto plazo, con mercados levemente crecientes, nos aguardan retos en términos de país, de distribución y de producto que debemos afrontar.
Como país debemos buscar soluciones a la siniestralidad, la contaminación y la congestión.
Después de Grecia, tenemos el parque de coches más antiguo de la CEE con una media de edad de 11,9 años con todo lo que esto supone: coches más antiguos implican indefectiblemente, mayor contaminación y mayor tasa de accidentes.
A corto plazo debemos implantar de nuevo un Plan Renove que permita, en una cuenta positiva para todos los operadores, mejorar la calidad de nuestro aire, principalmente en la grandes ciudades, colaborar en la disminución de accidentes y dinamizar la economía nacional manteniendo, a su vez, el empleo en fábricas y puntos de venta.
Y todo esto se puede conseguir con beneficios para todos:
• El Estado, que obtiene un retorno de 3 euros por cada euro invertido
• El consumidor, que se beneficia de una ayuda directa a la compra.
• La sociedad en general, pues nos favorecemos de un aire menos contaminado y una menor exposición a los accidentes
• Los fabricantes y las redes de concesionarios, que ponen coches en el mercado y mantienen, por tanto, el empleo en fábricas y en los puntos de venta
No hay excusa, todos ganamos: como usuario, consumidor, empresario y habitante de España demando la renovación urgente de un Plan Renove. Si se plantea bien, colaborará a dar respuesta a tres demandas clarísimas de nuestra sociedad: mantenimiento del empleo, el aumento de la siniestralidad y la mejora de la calidad de nuestro aire, sin olvidar, un incremento de la recaudación para el Estado.
En la era de Internet, con las tasas de comercio electrónico creciendo en nuestro país a dobles dígitos, la pregunta es obvia: los concesionarios oficiales, como canal de distribución, ¿siguen aportando valor al mercado?
Aunque estamos asistiendo a unos procesos de cambio y transformación, igual de obvia es la respuesta, contundentemente afirmativa. Y seguirá siéndolo a largo plazo pues no existe todavía un modelo de distribución más cualificado para la venta y reparación de automóviles.
Lógicamente, las redes oficiales deben adaptarse al mercado (no olvidemos que desde 2008 las redes oficiales han disminuido en más de un 40%) y a las nuevas tendencias tanto de distribución como de producto, pero, en mi opinión, seguirán añadiendo valor tanto al fabricante como al consumidor final.
El proceso de concentración de los operadores en el punto de venta (concesionarios oficiales) en busca del volumen que les permita mantener sus cuentas de resultados seguirá imparable en los próximos años. A pesar de que hoy hay un 40% menos de concesionarios que en 2008, todavía veremos menos pero, eso sí, más grandes en términos de volumen y de territorio.
Es aquí donde asistiremos quizás a los cambios más fulgurantes en los próximos años. Las tendencias fluyen en cuatro vectores que se irán desarrollando, sin duda, a diferentes ritmos según estrategias de los fabricantes y necesidades de los usuarios: coche eléctrico, coche autónomo, coche conectado y coche compartido.
Estas nuevas tendencias nacen para tratar de dar respuesta a la crisis que ha representado el automóvil en tres líneas, principalmente: siniestralidad, contaminación y congestión. El ritmo en el desarrollo y evolución de estas tendencias será determinante en la medida en que los gobiernos, los fabricantes, los usuarios y la sociedad, en general, sean conscientes de que es por ahí por donde indefectiblemente pasa la solución a estos problemas y, por tanto, impulsen su fabricación e influyan en los comportamientos de los usuarios.
En los próximos años asistiremos sin duda a una transformación vital en el sector del automóvil, principalmente, desde el punto de vista de producto. El automóvil fue, es y seguirá siendo, en mi opinión, una herramienta indispensable en el desarrollo de nuestras sociedades.
Las connotaciones negativas que hoy presenta desde el prisma de la contaminación, siniestralidad y congestión se irán poco a poco superando y el automóvil va a recuperar, a medio plazo, el lugar que merece como elemento insustituible de movilidad al desarrollo de las sociedades y asociado a la libertad del individuo.
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